La trillada frase de “los clásicos hay que ganarlos como sea” puede archivarse por un rato. Estudiantes fue un equipo en serio, tuvo momentos brillantes y por eso goza al rival de toda la vida, además de mantenerle el aliento en la nuca al padre de la punta, Sarmiento. De hecho, muchos jovencitos deseaban que hoy hubiese clases: el recreo de la escuela siempre es lugar para la cargada futbolera del barrio.
Almagro terminó en llamas dentro y fuera de la cancha por su falta de contundencia. En el balance, Estudiantes ganó bien, cómodo. Pero en algunos pasajes del primer tiempo, el local hizo méritos para empatarlo. Antes del penal que Becerra falló pero luego embocó, Figueroa tiró afuera una bocha en posición inmejorable y reventó un poste un rato después. Ahí mostró la hilacha el Trico. Un gran equipo en ataque, rápido, profundo, pero con problemas para concretar. Y otro defecto: queda siempre mal parado atrás porque juega a la ruleta rusa con línea de tres.
Entonces, el Pincha le mostró su contundencia en 12 minutos. Es verdad que a pesar de que le borronearon todo el planteo, el equipo de Trípodi no bajó los brazos, pero su búsqueda frenética y con buen tino por momentos, nunca le alcanzó ni para la parda por los males señalados. El Pincha rompió el letargo justo a tiempo en el PT, lo cerró 3-1 con el penal de Torresi y así tomó aire fresco para encarar lo que quedaba.
Pasini rearmó el medio transformando el rombo en línea de cuatro y después tiró de mediapunta a Scamporrino para jugar sólo con Cardoso arriba. La gran tarea de Sosa (asistiendo a Yassogna en el primero y marcando el segundo) fue bien secundada por un Torresi de B Nacional (dos goles). Cuando Schunke descontó se mezclaron la esperanza y los nervios. Pero Giusti no estuvo a la altura de las circunstancias para hacer pesar su lomo arriba y en consecuencia Becerra estuvo tan mal acompañado como cuando estaba en cancha Acuña.
Estudiantes terminó cerrando el tema con calma, tirando su historia en las calles de Tres de Febrero. Y le hizo saber a Almagro que su presente en la pelea grande es producto de fútbol y contundencia. Con una sola pata no alcanza.